Desde hace aproximadamente un año, José Francisco Chica es el guarda de seguridad de un edificio en la ciudad de Quito, Ecuador. Muchos depositan su confianza en él. Sin embargo, lo que no saben es como era su vida un par de años atrás. Esta es su historia.
La Iglesia Metodista Libre Central había abrazado el trabajo de PIC, y uno de los primeros obreros que aceptó el desafío de salir a llevar el evangelio fue el hermano Jaime Andrade. El hermano Jaimito (como cariñosamente le dicen), apoyado por Rosita, otra hermana de la iglesia, empezaron a visitar a Juan Olmedo y su familia, habitantes de La Legarda, un barrio de la ciudad de Quito.
Juan y su familia empezaron a escuchar el evangelio e invitaron a sus vecinos. Uno de esos vecinos, era José Francisco, a quien apodaban culebra. ‘Culebra’ llevaba una vida desordenada: no tenía un empleo fijo, tenía problemas con sus padres y su familia actual estaba deshaciéndose poco a poco debido a la adicción de José al cigarrillo, el alcohol y las drogas.
Cuando Juan invitó a José a su casa este no quiso asistir; sin embargo, un día sin saber cómo o por qué termino en esa sala. El hermano Jaime le habló acerca de la salvación en Cristo y ese sencillo mensaje empezó a transformar su vida.
En los días siguientes, José dejó de consumir alcohol y drogas, y no dejaba de asistir a ninguna de las reuniones de la Casa de Paz. Las personas alrededor de José empezaron a darse cuenta de los cambios en su vida. José empezó llevar todo su dinero a casa para que su familia tuviera una mejor calidad de vida y empezó a compartir mucho más de su tiempo libre con ellos. Ahora, la familia de José se siente amada y valorada; Dios le ha provisto un empleo estable. Y José ha empezado a compartir con sus amigos lo que Dios hizo en él; incluso ha empezado a viajar a la ciudad de sus padres para contarles cuan grandes cosas ha hecho Dios.