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Encontrando la llave maestra

Encontrando la llave maestra

En el departamento de Encarnación, Paraguay, vive la familia Sánchez, integrada por Don Justo, su esposa, sus tres hijas, su hijo, yernos y nietos. Es una familia que ha enfrentado muchas dificultades. Justo fue abandonado por sus padres y creció en las calles de Ñeembucú, donde vivió abusos, hambre y violencia. A pesar de eso, luchó por abrirse puertas; desde muy joven trabajó como chofer de un camión, recorriendo varios países del cono sur en Latinoamérica. Se casó y formó una familia, pero lo vivido en su infancia lo mantenía prisionero, encontrando en el alcohol y el tabaco su escape, sin darse cuenta de que esto lo sumía en una celda aún más oscura, generando caos en su hogar.

En el año 2021, cuando Don Justo tenía 53 años, sufrió una parálisis en sus piernas que lo dejó postrado y sin poder trabajar. A pesar de los estudios médicos, los doctores no lograban dar con un diagnóstico ni un tratamiento que lo ayudara. En su desesperación, acudió a brujos y curanderos, pero nadie pudo hacer nada por él. Un día, un amigo de Justo ofreció visitarlo junto con una pareja para presentarle al «doctor de doctores»: Jesús. Don Justo abrió las puertas de su casa y, de inmediato, Jesús restauró tanto sus piernas como su corazón, iniciando así la casa de paz. Su esposa y sus hijas fueron testigos del milagro; no podían creer que su padre estaba de pie nuevamente.

Sus tres hijas habían formado sus propios hogares, pero lamentablemente, habían heredado patrones de agresión y vicios, especialmente Liz, la hija del medio, considerada la “oveja negra” de la familia. Desde la adolescencia, su conducta y malas decisiones la llevaron a la adicción y la perversión. Su pareja, con quien tenía tres hijos, también era alcohólico, y ambos mantenían relaciones con otras personas. Sus hijos sufrían el abandono; el padre se ausentaba por meses para trabajar, mientras que Liz se dedicaba a salir con amigos. Este estilo de vida la llevó al borde de la desesperación, llegando incluso a considerar el suicidio en varias ocasiones.

En medio de todo este caos, llegó Jesús para establecer su paz. En 2023, Liz decidió asistir a la casa de paz por voluntad propia, ya que antes lo hacía solo por compromiso con sus padres. Allí tuvo un verdadero encuentro con Dios, quien transformó su vida. A través de ella, su pareja y sus hijos también experimentaron un cambio radical.

Hoy, no solo la familia se reúne en casas de paz, sino que los Sánchez han pasado por el entrenamiento DMD. Alejandro, el hijo más pequeño de Liz, quien tenía dificultades para leer, ahora lee fluidamente su Biblia; Luján y Arturo, los mayores, están trayendo a sus amigos al PIC de adolescentes; y Liz ha comenzado un discipulado con su cuñada. Su transformación es evidente, y todos los que la conocieron antes de 2023 están impactados por su cambio.

Cuando Jesús oró por sus discípulos en Juan 17:20, diciendo: “No ruego solamente por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos”, estaba orando por nosotros y por cada persona de paz. Estas personas son la llave que abre la puerta de su vida, su familia, sus amigos y más personas a la presencia de Dios.

Este es el caso de Don Justo, un hombre que ha sido alcanzado por el amor de Dios. Él se ha convertido en la llave que abrió tres casas de paz y llevó el evangelio a tres generaciones. Pero esto no termina aquí, porque solo Dios sabe cuántas personas más serán impactadas por este amor que cubre multitud de pecados, que trae sanidad, restauración y paz. ¿Cómo no unirnos a Dios en la restauración que está trayendo a los hogares de Latinoamérica? ¡Busquemos las llaves!

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