La iglesia, un abrigo

Carmen Sánchez, una mujer de 59 años y de nacionalidad cubana, decidió migrar a Uruguay junto a seis miembros de su familia, impulsada por la opresión, las necesidades y el sufrimiento continuo que vivían en su país. Escapando del régimen dictatorial, se aventuraron en un viaje por tierra con un grupo más grande de personas, enfrentando incontables peligros y adversidades: frío, hambre, y la travesía por la selva de Brasil y otros lugares peligrosos, movidos solo por la esperanza de un futuro mejor.
Después de cinco largos días, llegaron a Uruguay el 26 de enero de 2023, sin nada con qué comenzar una nueva vida, pero con la esperanza de que Dios los ayudaría de alguna manera a sobrevivir y salir adelante como familia.
Fue en ese momento crítico que Dios comenzó a abrir camino. Jorge y Luci, un matrimonio cubano residente en Estados Unidos, que años atrás había conocido al Señor en la Iglesia Alto Refugio de Uruguay, estaban de visita en Montevideo. Al enterarse de la situación de Carmen y su familia, los contactaron con la iglesia. Allí fueron recibidos con los brazos abiertos por una comunidad dispuesta a ser las manos y los pies de Jesús. Les brindaron alimento, abrigo, ropa y, sobre todo, un acompañamiento cálido que hizo tangible el amor de Dios.
Carmen comenzó a acompañar a su nieto a uno de los PIC que la Iglesia Alto Refugio realizaba con adolescentes. Aunque en un principio solo asistía como acompañante, ese espacio se transformó también en un refugio para ella. Verónica, la líder de esa Casa de Paz, fue intencional en acercarse, escuchar sus dudas y tomarse el tiempo para acompañarla. A partir de ese encuentro, comenzaron una nueva Casa de Paz con Carmen, marcando el inicio de un proceso de discipulado.
En lo personal, Carmen era una persona muy introvertida. Le costaba relacionarse con otros y no compartía fácilmente. Sin embargo, en ese ambiente de gracia y amor, comenzó a abrirse, a hablar, a compartir con libertad y, eventualmente, también a contar su testimonio a otros, convirtiéndose en una voz de ánimo y esperanza para quienes la escuchaban. Carmen estaba tejiendo de forma milagrosa una cobija de amistades.
Hoy, Carmen se ha bautizado y forma parte activa de la congregación. Se goza en los tiempos de alabanza, participa de la Santa Cena y disfruta de la comunión con sus hermanos en la fe. Su familia también ha experimentado una transformación profunda: lograron establecerse en Uruguay, cuentan con empleos estables, una de sus hijas está estudiando Derecho en la universidad, tienen acceso a salud pública y, después de dos años de oración, ya tienen fecha confirmada para realizar sus trámites de residencia.
La paz de Dios ha sido plantada en el corazón de Carmen y su familia. Lo que comenzó como una huida en medio de la desesperación, hoy es una historia viva de restauración y fidelidad de Dios. Él les mostró que no estaban solos, y que es capaz de hacer nuevas todas las cosas, dándoles abrigo a través de la iglesia, como dice la Escritura en Deuteronomio 10:18-19: “Que ama también al extranjero, dándole pan y vestido. Amaréis, pues, al extranjero; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto.”