Al noroccidente de la ciudad de Medellín (Colombia) se encuentra el barrio Alfonso López, catalogado en el pasado como uno de los sectores más violentos de la ciudad, era un lugar rodeado por el conflicto armado entre organizaciones criminales, comercio y distribución de drogas, prostitución, entre otras actividades ilícitas.
Esta problemática fue tan profunda, que entre el 2010 -2012 la población estudiantil en los colegios del sector disminuyó hasta en un 50%, debido a la violencia notable que se vivía en las calles y a la marcación de las llamadas “fronteras invisibles”, donde pasar de una esquina a otra del mismo barrio, podía incluso costar la vida.
Aunque el panorama en la actualidad es mejor, todavía son muchos los niños y adolescentes que permanecen sin ninguna supervisión, pues la mayoría de los padres siguen ausentes, mientras los chicos ganan experiencia en lo que la calle les ofrece.
Conocedores de esta realidad, Camino de Vida-Medellín lideró una escuela de fútbol en la zona como proyecto alternativo para el aprovechamiento del tiempo libre donde trabajaban un material orientado a la educación bíblica en derechos humanos y cultura de la paz. También de manera alterna, se realizaban visitas frecuentes a algunas familias habitantes de “Alfonso López” y algunas de ellas se vincularon a la iglesia.
Como resultado de estas visitas, surge la necesidad de tener una actividad frecuente que infundiera valores contrarios al ambiente áspero del lugar y como respuesta a esta necesidad nace el Club Infantil.
Una de las personas del sector que ya estaba asistiendo a la iglesia, dispuso el antejardín de su casa para desarrollar cada viernes durante 90 minutos aproximadamente las sesiones de lo que se denominó “Club Constructores de Paz”. La asistencia por encuentro oscilaba entre 30 y 50 niños, y se realizaban actividades manuales, cantos y discipulado.
Luego de un tiempo, dado que el grupo era diverso en edades y muy numeroso, se dividió en grupos pequeños, así que esta persona adecuó y dispuso el primer piso de su casa exclusivamente para las sesiones del Club, que no sólo generaba impacto en la vida de los niños y adolescentes, también lo hacía en la vida de algunos padres, por lo cual se inició un trabajo con adultos, dado origen a las Casas de Paz de adultos y posteriormente a una iglesia en el sector de Alfonso López.
La misma dinámica ocurrió en otro sector de Medellín, y hoy ya no son solo Clubes infantiles sino Centros de Desarrollo Familiar donde se trabaja de manera integral valores cristianos, refuerzo académico, se brinda alimentación y se realiza un trabajo alterno con las familias de los niños.
A través de los Clubes Constructores de Paz, familias enteras han sido transformadas, lo cual ha permitido que esta estrategia se haya extendido a otros territorios de Colombia como Pereira y la Guajira.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Mateo 5:9
¿Estás dispuesto a trabajar por la paz y ser un agente de transformación para tu comunidad?